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lunes, 12 de febrero de 2007

VUELTA A CASA

Tras mi regreso del Cairo, cosas de los contrastes, Madrid me pareció una ciudad extremadamente limpia y sosegada, y el barrio de Salamanca, donde pernocté en casa de mi hermana, la quintaesencia de la sofisticación.
Los rayos de un sol invernal y sabatino alegraban la plaza de Felipe II sin mancar la piel.Tan agradable me resultó el desayuno que me tomé en el Starbucks cercano ( ¡ Qué diferencia con las mugrientas teterías ! ) que ni siquiera consideré excesivos los más de 10 euros que me cobraron por dos cafés, una magdalena y una galleta grande. Está claro que todo es cuestión de percepción y del estado de ánimo con que uno afronte la vida.Así, lleno de buen humor, y tal y como habíamos convenido, me encontraron en la céntrica plaza de España a las 2,30 los miembros del Snow Club de camino a Sierra Nevada.
Manzanares, el pequeño pueblo donde hicimos noche, me pareció el lugar ideal para reponerme del ajetreo de los días anteriores. La plaza del ayuntamiento, el castillo, la buena cena y mejor compañía, todo muy tranquilo y relajante. Ni el cruzarnos con un gato negro ( divinizado en Egipto, maldito en Europa ), podría estropear tanta paz.Después de muchísimos años volvía a desayunar churros y porras un soleado domingo por la mañana rodeado de familias que hacen de este sencillo acto una auténtica liturgia. Solo nos quedaba leer la prensa en la plaza del pueblo... y lo hicimos.
Tras un rápido viaje con Gontxo al volante llegamos a comer a Granada pero justo antes dimos un paseo junto al rio desde donde pudimos contemplar la rojiza Alhambra en todo su esplendor. Tras un te en el Albaizín iniciamos la subida a la estación.
Aún con la decoración navideña Sierra Nevada tenía un aspecto de pueblo de cuento infantil. Estuvo divertida la cena y la copa que nos tomamos pero a las 9 de la mañana, y para sorpresa de mis compañeros, abandoné la estación. Temía que insistiesen para que esquiase y después de tantos días de viaje ya no tenía el cuerpo para nuevas emociones.
Me dirigí a Málaga donde al día siguiente por la tarde tenía un vuelo directo a Santander. En Málaga todavía me dio tiempo a tomar un vermut en la playa de la Malagueta, pasear por la calle Reading, visitar la enorme catedral y el coqueto ayuntamiento, hacer unas compras en la calle Larios y tapear en el Pim-pi, donde hay fotografías y toneles firmados por famosos ( la duquesa de Alba, Antonio Banderas, Aitana Sánchez-Gijón, Antonio Gala...).
Ya en la mañana del martes visitar la Alcazaba ( otra ciudadela en miniatura con preciosas vistas ) y el museo Picasso y lo más importante desayunar en la plaza de la Merced, justo junto a la casa natal del genial pintor.El vuelo de Air Nostrum, en el pequeño avión, agradable como siempre y agradable también el breve paseo por el centro de Santander antes de coger el Supra a Asturias donde de nuevo me enfrento con la dura realidad...