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miércoles, 1 de agosto de 2007

RIGOLETTO

Desde hace unos años tengo el placer de asistir a la trastienda de un singular proceso creativo, la puesta en escena y representación de un clásico de la ópera según la audaz visión de Guridi Producciones, una compañía fresca, moderna y rompedora.
Tal y como pude comprobar en las representaciones de La Boheme o La Traviata en ocasiones anteriores, no es necesario tocar libretos o partituras para transmitir al espectador nuevos y sugerentes mensajes.Nuestro entorno cotidiano está sujeto a múltiples cambios según los países, épocas o costumbres pero los sentimientos y la música son atemporlaes y los ropajes no deben ser un obstáculo para encontrar la auténtica esencia de una obra.Es más, experimentar a mirar desde otro ángulo o vestir el conjunto de otra forma puede ayudar a descubrir la auténtica sustancia de una creación artística.
Con estas adaptaciones, tan solo formales, la compañía pretende buscar la complicidad del espectador, que familiarizado con la música y el texto, puede, sin embargo, dejar volar su imaginación y recrearse con una nueva y siempre desmitificadora mirada del clásico.Este año tocaba Rigolletto y la idea era convertir a todo el mundo cortesano, con duques, amores y traiciones en una auténtica pesadilla del protagonista usando sólo la adecuada ambientación y caracterización de los personajes.
El tormento de Rigoletto, un personaje jorobado y bufonesco, es en esta nueva versión más psicológico que físico, tal y como suele suceder en los tiempos que corren.Un mundo de fantasmagóricas ensoñaciones aparecería al fondo del escenario en forma de transparencias. El decorado se convertiría en un entorno completamente surreal con relojes que se difuminan o un inquietante mobiliario inspirado en el propio mundo de Dalí, maestro del surrealismo.El reto era ya no solo crear la atmósfera onírica adecuada, sino coordinar esto con la actuación y las voces de los cantantes y hacer que estos se sintiesen cómodos en este nuevo medio en sólo cinco días de ensayo.
La animosa compañía, bien dirigida por el director de escena Federico Figueroa, se enfrentó a la exigente propuesta con una predisposición y profesionalidad encomiables pero las dificultades eran muchas y en el ensayo general del miércoles los problemas se acumularon, descoordinación, transparencias que no funcionaban, nervios que hacía que las voces no luciesen en su plenitud...El jueves, el día antes del estreno, y reunidos todos en el salón del hotel ante el reproductor de DVD que les presté repasaron fallos, estudiaron soluciones y se obstinaron en sacar la obra adelante. El viernes en una atmósfera de inquietud contenida y con un nudo en el estómago, partieron para el Teatro Jovellanos. A su vuelta los vi contentos y relajados, habían sufrido pero la representación resultó impecable, sin apenas fallos, con las voces luciendo con naturalidad y el público aplaudiendo y disfrutando.
El sábado las excelentes críticas de los periódicos no hicieron más que aumentar su alegría y confianza. Así y todo no los veía tan entusiasmados como años anteriores, sabían que la representación tenía potencial de mejora y querían actuar gustándose plenamente.Su oportunidad era el domingo, en la segunda y última representación, a la que acudí invitado y en la que por supuesto no defraudaron.Desde el primer momento se notaron buenas vibraciones en el escenario y todo fluyó con gran armonía.
La apabullante voz del barítono Luis Cansino llevó el peso de la obra y lució en todo su esplendor logrando momentos de gran brillantez y dramatismo por su perfecta simbiosis con la soprano Svetla Krasteva. El tenor Israel Lozano fue el adecuado complemento con su papel de libertino y ligero anti héroe. Su bella voz se recreaba en la interpretación de alguna de las melodías más conocidas de la obra como la “donna e mobile”, lo cual ayudaba a bajar la tensión dramática, y conseguía incluso la sonrisa del público cuando nos explicaba aquello de que la mujer es ligera y voluble. Mientras Rigoletto sufre el lascivo y superficial duque de Mantua se divierte.
Todo ello arropado por la orquesta sinfónica y coro de Gijón demostrando un magnífico nivel técnico y profesional.La actuación resultó perfecta con el elenco al completo gustándose, disfrutando, ofreciendo lo mejor de si mismos, en auténtico estado de gracia.Tras tres horas que parecieron un auténtico suspiro terminó el espectáculo entre flores y atronadores aplausos.Se notaba la gran satisfacción y, ahora si, el auténtico entusiasmo de todos. Es más se les veía con “mono” de actuación.
Una lástima no poder hacer alguna representación más ahora que se notaban seguros, cómplices y en auténtica comunión con la nueva versión de la obra. Tal vez haya alguna otra oportunidad, representantes del teatro de Vigo parecían francamente interesados en llevarse este gran espectáculo a su ciudad.Al despedirse me prometieron nueva visita a Gijón el próximo año, con una nueva ópera y la misma simpatía de siempre. No faltaré a la cita.