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miércoles, 18 de febrero de 2009

EL VENENO DE LA LECTURA

Salía publicado hace pocos días en la prensa que, una biblioteca que más de 16.000 ejemplares, muchos de ellos con anotaciones personales, así como distintos testimonios e indicios revelaban que Hitler era un compulsivo lector. Este hecho, que en un principio puede producir cierto desasosiego entre los aficionados a la lectura, debe ser convenientemente matizado y explicado. Considero un buen aficionado a la lectura al que se va encontrando los libros en el camino y no tiene otro estímulo que el afán por descubrir, tomando lo mejor de cada uno en un proceso de continuo crecimiento y aprendizaje. Hay otros lectores que utilizan la literatura a modo de sucedáneo de la realidad lo cual sólo sirve para crear un mundo paralelo y secar su cerebro del mismo modo que le sucedió al pobre don Quijote. Son personajes tristes pero inofensivos. La relación del paranoico con los libros es mucho peor, sólo toma aquello que reafirma sus ideas, condenando a la hoguera todo lo demás. Cada vez se vuelve más fundamentalista e intolerante y siente un profundo desprecio por el que no comparte su punto de vista. Sin embargo, la acumulación de datos o la erudición en si misma no sirven para desarrollar un pensamiento crítico o una visión independiente del mundo. La búsqueda de conocimiento es imposible sin grandes dosis de humildad, pues la nueva información adquirida obliga a re elaborar constantemente los conceptos, reconocer errores y renunciar a pasadas convicciones. Como gráficamente explicaba Carl Sagan en un capítulo de la genial serie Cosmos toda una vida de estudio apenas llegaría para poder leer unas cuantas estanterías de la biblioteca de Alejandría, apenas una mínima parte del conocimiento disponible. La clave está, pues, en la selección y el análisis. Decía Paracelso que todas las sustancias son susceptibles de ser veneno, la dosis diferencia a un veneno de una medicina. No hay una receta única pero sólo con condimentos de calidad, frescos y variados, y la cocción adecuada se cocinan platos exquisitos.

martes, 17 de febrero de 2009

TROUBLE THE WATER

Hace unos meses una oronda cantante de gospel de rasgos africanos de paso por Gijón patrocinada por una fundación municipal me explicaba que era habitante de Nueva Orleans, una ciudad especial que marca el carácter y aún más tras la tragedia del 2005 de la que me hablaba con profunda y contenida tristeza y en la que había perdido familiares, amigos y a sus leales perros. Nueva Orleans es la ciudad pecadora e infernal por la que vagaba Igantius F. Really protagonista de la ácida y divertida novela La Conjura de los Necios, un desquiciado personaje en un medio en permanente estado de amenaza y descomposición. La ciudad es un lugar donde los más extraños especímenes cobran vida y se mimetizan con naturalidad en el vecindario, no es de extrañar que el curioso caso de Benjamin Button, aguda película actualmente en cartelera que nos hace reflexionar sobre los profundos cambios a los que nos somete la vida, esté ambientada en este peculiar enclave. Pero Nueva Orleans es, sobre todo Bourbon Street y el barrio francés, un lugar que huele a azufre, suena a quejumbrosa música de jazz y sabe a destilado. La vida allí es bohemia, carnal y pecaminosa convirtiéndose en refugio y puerto franco de desheredados y perdedores; pero la Sodoma contemporánea ha de pagar un alto tributo por su altanería, imprevisión y promiscuidad, viéndose asolada por un dantesco huracán. El documental Trouble the Water, recientemente proyectado en el festival de cine de Gijón, describe a al perfección, con imágenes grabadas por supervivientes de la tragedia, como las aguas se ceban con los barrios más humildes, habitados basicamente por gentes con ancestros africanos. El huracán Katerina, ignorado por unas autoridades calamitosas que no están nunca a la altura, golpea abruptamente a la comunidades más pobres, completamente desprotegidas y vulnerables, desencadenando un sinfín de reacciones cargadas de dramatismo y emotividad; desde el alcohólico que se resigna a morir, a la gente corriente que apela a su ingenio para sobrevivir o al traficante pendenciero capaz de, por una vez, hacer algo positivo por su vecinos y, armándose de valor, rescatar de una muerte segura a alguno de los miembros más débiles del barrio convirtiéndose en héroe por un día.
Nueva Orleans es una ciudad que tiene el encanto de lo peligroso y lo prohibido, que se resiste a morir y apela a su leyenda y personalidad para, pese a quien pese, resurgir como el Ave Fenix de sus propias cenizas.

lunes, 16 de febrero de 2009

LA CAZA DEL CARNERO SALVAJE


Hay quien tacha la literatura oriental de excesivamente críptica o encerrada en si misma.
No es el caso del escritor Haruki Murakami ( Kioto, 1949 ) que con su novela La Caza del Carnero Salvaje consigue un relato ágil e intelligente que refleja bien el desasiego del hombre urbano contemporáneo, presentándonos un estilo de vida y unos valores que nos resultan cercanos pese a lejanía del lugar donde se desarrolla el relato, el Japón de finales de los 70.
Una intriga lineal y fácil de seguir que engancha desde el primer instante, donde su prosa limpia y sencilla llena sugerentes imágenes vertebran un relato que se sale de lo convencional sin caer en lo abiertamente fantástico.
Un publicista treintañero recién divorciado con una vida gris, no más desestructurada y vulgar que la de otros muchos de su generación y circunstancias, edita una fotografía con un extraño carnero que le llevará a emprender un largo viaje a la remota región de Hokkaido y a realizar una surrealista investigación en la que se verá acompañado de una bella modelo de orejas deslumbrantes.
Una propuesta que pese a su ligero toque fantástico funciona perfectamente y un viaje de lo urbano a lo rural que se hace francamente agradable y nos aporta una amplia visión de un Japón que en poco más de una generación ha asumido plenamente su condición occidental y comparte nuestros mismos problemas y dilemas.

viernes, 13 de febrero de 2009

SAN VALENTÍN

Los escaparates de los comercios están literalmente empapelados con grandes carteles recordándonos que mañana es San Valentín, los restaurantes de lujo editan folletos proponiendo menús especiales y el correo electrónico está invadido con emails de lastminute y atrapalo.com sugiriéndonos románticas escapadas.
Parece ser que el hombre contemporáneo está sometido a más estímulos informativos en unas pocas semanas ( prensa, radio, televisión, internet ) que el medieval ( iglesia, castillo, terruño ) en toda su existencia.
Constantemente nos chantajean emocionalmente y nos manipulan. Nos dicen que tenemos que comprar y cuando. Importamos el papá Noel pero sin olvidarnos de los reyes, al menos hasta la llegada de la tercera república.
Se inventan el día del padre, del abuelo, de Halloween, del amigo especial y por supuesto San Valentín.
Hasta el noble sentimiento amoroso, loado por cantores y poetas, cae presa de los depredadores de la sociedad de consumo.
No podía ser de otro modo, el sistema depende de estimular gastos superfluos para mantener la producción de objetos de todo tipo desde los cojines en forma de corazón a los peluches rosa, por no hablar de la bisutería de menguado precio y dudoso gusto.
En fin, sabemos que el mundo funciona así y detestaría estropear el día a los enamorados con estas reflexiones.
Todo lo contrario, porque el amor es precisamente lo opuesto a la racionalidad.
Afortunados sois, dejaos llevar, no importa lo que os digan, cualquier oportunidad es buena, es única, es tan especial como vosotros. Invitadla, sed espléndidos, sacadla a cenar.
Y los roñosos ya os vais buscando otra excusa, que de algo han de vivir los comercios, restaurantes y hoteles.

jueves, 12 de febrero de 2009

¿ AGUANTAR PARA VENCER ?

Existen culturas donde se premia al que primero llega, se admira al campeón, al valiente héroe invicto que se convierte en un referente y un ejemplo a seguir para toda la sociedad.
Este no es el modelo que impera en nuestro entorno, donde al que destaca se le corta la cabeza y el que se mueve no sale en la foto, según expresión de un político contemporáneo.
Los sistemas están creados por y para corredores de fondo, oscuros y sufridos fajadores, a los que se les programa para que sean predecibles y rutianarios, estimulando la mediocridad y persiguiendo al que es original o creativo o simplemente demuestra ser más diestro en una materia.
Desde la función pública a buena parte de la gran empresa o la sociedad en general, normalmente maniatadas por mezquinos poderes fácticos, el criterio de la antigüedad siempre prevalece sobre el del mérito a la hora de conceder una prevenda, un incentivo o un premio.
La envidia y la ruindad paralizan multitud de iniciativas y proyectos brillantes, corrompen los espíritus inquietos y obstaculizan cualquier tentativa de superación.
La única estrategia posible en un entorno tan poco alentador es la de armarse de paciencia y aguantar, agazaparse discretamente y no inmutarse cuando los otros vayan cayendo alrededor.
El que aguanta gana, aunque todo lo demás se hunda a sus pies.
Es entonces cuando un sentimiento de impotencia nos invade pensando que pudimos haber hecho algo más por cambiar las cosas, por construir un mundo mejor y con carroñera astucia nos escondimos, esperando a que el temporal amainase. Aguanta y vencerás pero no convencerás.

martes, 10 de febrero de 2009

LA IDEOLOGÍA O LA PERVERSION DE LA IDEA

Las ideologías son las invisibles cadenas que atenazan nuestra sociedad.
La ideología es discriminatoria y sectaria, no evoluciona ni trata de entender el medio en el que vive, no se adapta a los cambios ni a las nuevas tendencias.
La ideología es gregaria, cobarde y acrítica. Necesita líderes, emblemas y estructuras. Siempre la justifican ancestrales leyendas, complicadas jerarquías y mitificados mártires. No fomenta la originalidad ni el pensamiento libre. Destruye al contrario, que siempre es el culpable de todos los males y se lapida al diferente, al que trata de eliminar, al menos socialmente. El grotesco rebuzno resuena por los altavoces del poder y se convierte en verdad incuestionable.
Por el contrario, la idea es flexible e inspiradora, curiosa y obstinada, plantea conflictos y retos.
La idea es incomoda con el poderoso y ofrece consuelo al débil, engrasa los organismos anquilosados, desarma estructuras, pone en entredicho a los mitos y cuestiona ancestrales creencias ( eppur si muove, murmura Galileo tras abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribuna de la Santa Inquisición ).
La idea es un soplo de aire fresco que no requiere de la coerción o de complicadas jerarquías para sostenerse pero es un peligro para el que se acomoda o para el que no quiere dejar de hacer lo mismo.
En épocas de crisis más que nunca se necesitan ideas que nos alumbren, que nos inspiren y nos ayuden a cambiar.
Necesitamos liberarnos del lastre de complicadas estructuras y de charlatanes que siempre tratan de engañarnos con lo mismo. Desconfiemos de los mapas de La Isla del Tesoro que un merchero nos saldó un domingo en el rastro y sigamos nuestra ruta habitual con paso firme y plenos de confianza porque como decía el poeta el camino se hace al andar.

sábado, 7 de febrero de 2009

DESCUBRIENDO HONG KONG Y EL RIO PEARL


Hong Kong es una ciudad de rascacielos que crece a lo alto entre imposibles colinas y huele a pescado hervido al estilo cantones en cada esquina.
Hong Kong es la sofisticacion cosmopolita de Central y el arraigo por unas antiguas tradiciones que no han pasado la criba de la revolucion cultural en Kowloon e interpretan la modernidad de una forma peculiar.
Hong Kong es el Star Ferry y el Victoria Peak, negocios, luces de neon y desmesura...
Han sido 10 días fantásiticos y muy bien aprovechados, 6 en solitario y 4 acompañado de mi hermana a la que agradezco que haya venido desde París a encontrarse conmigo.
A continuación 6 bitárocas ( Kowloon, Hong Kong/ Central y Victoria Peak, Sur de la Isla/Más allá de los rascacielos, Lantau, Macao, Cantón ) en las que dejo mis opiniones sobre está fascinante viaje, no sólo Hong Kong sino también otras islas y ciudades situadas en el entorno del Río Pearl.

jueves, 5 de febrero de 2009

KOWLOON















Kowloon fue mi barrio en Hong Kong durante los diez días que permanecí en la ciudad, animoso y vital juega a ser cosmopolita pero no puede ocultar su inconfundible alma oriental.
La fachada marítima de la península la ocupa la avenida de las estrellas, un homenaje a la floreciente industria cinematográfica local con mobiliario urbano de primera calidad y un poco disimulado aire hollywoodiense con estrellas gravadas en el suelo incluidas. Pese a su toque algo hortera es uno de los lugares más cuidados del barrio, un magnífico paseo perfectamente limpio y pavimentado con inmejorables vistas al mar e impecables terrazas en las que merece la pena sentarse a tomar algo.
Al final del paseo se encuentra Nathan Road, la columna vertebral de Kowloon, una avenida de estridentes letreros y varios kilómetros de largo plagada de vendedores al acecho que desde la puerta de sus negocios tratan de enganchar a los incautos clientes.
Tiendas de relojes, de cámaras fotográficas, casas de cambio y apuestas, joyerías, zapaterías, sastrerías, tiendas de moda... Desde albergues baratos en las indescriptibles Chuking Mansions a masajes de pies o relojes todo está a la venta en este auténtico icono del consumismo desenfrenado.
A la otra mano un parque con una vistosa mezquita pretende oxigenar, sin demasiado éxito, la concurrida avenida.
En el cruce de Nathan Road con la calle Jordan está el hotel Largos donde me alojé, una zona muy animada a lado mismo del mercado nocturno de Temple, en el que me surtí de ropa y alguna que otra baratija.
Pegado al mercado se encuentra el Food Market, un conjunto de entoldados y tenderetes donde se sirve comida típica de la zona. Es un lugar poco recomendable para occidentales excesivamente escrupulosos. Allí habrán de convivir con ruido, mesas pequeñas y tambaleantes, olor penetrante pese a estar prácticamente al aire libre, televisiones a todo volumen emitiendo culebrones de época asiáticos con pérfidos villanos y valientes guerreros, camareros mal encarados reprendidos constantemente por encargados déspotas y gruñones. En fin, una experiencia sólo interesante para estómagos encallecidos que quieran ver a gente del lugar degustando sus especialidades típicas.
Afortunadamente también sencillos, económicos y auténticos pero considerablemente más tranquilos e higiénicos, son los restaurantes que se encuentran fuera de este recinto y donde cené casi a diario setas, sopas con sabor a jengibre, cerdo al curry o deliciosos pescados recién sacados de la pecera nunca por más de 10 euros.
Las pequeñas calles transversales tienden todas a parecerse, con grandes edificios muchas veces descuidados, gente moviéndose constantemente, pequeñas tiendas sin escaparates ni ventanales con todo el frente abierto al exterior que más parecen almacenes dada su austeridad, dependientes en cuclillas que toman sopa en la calle, gente en torno a mesas circulares y un Seven Eleven en cada esquina.
Volviendo a Nathan Road y caminando un cuarto de hora a pie en dirección opuesta al mar nos toparemos con Mag Kok, un sofocante hormiguero urbano, masificado hasta lo absurdo en el que es imposible caminar dos pasos sin tropezarse con alguien donde proliferan negocios de poco gusto y dudosa honestidad, así como el mercado urbano más surtido y concurrido de la ciudad.
Hacia el oeste se encuntra el Waterfront, un apabullante centro comercial con las boutiques más exclusivas, desde aquí se coge el tren rápido que lleva al aeropuerto y sus terrazas ofrecen magníficas vistas del puerto comercial, uno de los más transitados del mundo.
Varias paradas de metro más allá, en la zona de New Kowloon, solo un poquito menos ajetreada que las descritas anteriormente se encuentra el Wong Tai Sin Temple, un atestado lugar de culto, con varios pabellones donde los fieles tratan de ganarse el favor de la divinidad con sus ofrendas, incienso o fruta generalmente. Anexo al templo se encuentra un elegante y tranquilo jardín chino en el que aún es posible encontrar algún rincón solitario.
Si los dioses no fuesen propicios para conseguir ganar en los caballos o en la lotería siempre se puede pedir consejo a alguno de los adivinos que asientan sus cabinas casi en frente del templo.
El espíritu de Kowloon es eminentemente práctico, emprendedor y dinámico, capaz de reinventarse continuamente para seguir subsistiendo, que cambia sin cesar para no dejar de ser fiel a si mismo.