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sábado, 6 de marzo de 2010

ESSAOUIRA










Cuando pienso en Marruecos mi mente se recrea con imágenes de Essaouira. Un pueblo marinero de estrechas calles y casas blancas antiguamente llamado Mogador, un nombre que evoca exuberantes aromas, exóticos viajes y excitantes aventuras y cuyo influjo aún sigue presente en todo el pueblo ya que desde el antiguo fuerte portugués, a las murallas con cañones colocados de forma simétrica apuntando a la profundidad del oceano o el trazado mismo de la ciudad todo tiene un profundo sabor colonial.

Essaouira es hoy una tranquila villa donde los marineros que despiezan pescado, entre redes y gaviotas conviven con surferos que lanzan sus melenas al viento y turistas que disfrutan de la amplia y soleada playa, en un lugar apartado del bullicio de la relativamente cercana Marrackech y donde aún es posible la relajación y el paseo.
Del riad Inna al Taros café o al restaurante Les Alizes Mogador, en apenas un fin de semana uno puede sentirse cómodo e integrado en la acogedora población y reconocer las caras de todos los músicos callejeros o de los enredadores profesionales de turistas, que aún mantienen la mirada más limpia que sus vecinos de Agadir o Marrackech.