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jueves, 27 de octubre de 2016

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

Con dolor veo como el viento se lleva a una generación entera, un modo de vida, tradiciones pegadas a la tierra y gratos recuerdos de mi infancia en interminables veranos en la aldea.
Aquellos paraísos perdidos donde jugaba libre y despreocupadamente y que se esconden en los lejanos meandros de mi memoria envueltos de misterio y de magia desaparecen irremediablemente.
Ya no podré buscar refugio ni amparo en ellos cuando las cosas se compliquen, este mundo desaparece al igual que las gentes que evocaban aquellos momentos.
Y ante la pérdida de la última de su estirpe, esa que pensaba que iba a sobrevivir siempre, un profundo sentimiento de desorientación, orfandad y desarraigo me invade.
Lo que El Viento se Llevó era una de las películas favoritas de mi abuela, con la que tanto me gustaba hablar del cine de la época dorada, otra cosa que ya no podré hacer a partir de ahora.
Tanto Escarlata como ella eran dos mujeres avanzadas, valientes, supervivientes e independientes. No se me ocurre mejor homenaje que esta clásica secuencia para recordarla con el cariño intacto de aquel niño que fui y que aún no he dejado de ser del todo.


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