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domingo, 5 de marzo de 2017

COLAPSO

Hablaba ayer con una persona con la que he compartido y aprendido muchísimo en las últimas semanas de uno de mis libros de cabecera, Colapso. Y hoy he decidido hacer esta entrada con el ánimo de divulgarlo y animarlo a él y a todos vosotros a su lectura.
En el libro, Jared Diamond, el autor, es capaz de hilar historia, biololgía y antropología en un mismo plano para conseguir una vision global del éxito o fracaso de determinadas sociedades a lo largo de la historia, desde los vikingos en Groenlandia a los anasazi en Estados Unidos, los mayas de Mesoamerica, Ruanda, Haiti, Nueva Guinea o Japón hasta la isla de Pascua o Tikopia y trata de responder a la pregunta de porque unas fueron exitosas y otras fracasaron.
Pasemos si no a ejemplos concretos. La isla de Pascua, según los geólogos fue un auténtico vergel un milenio atrás y en la época contemporánea un lugar desolador sin árboles ni apenas vegetación. Lo cierto es que poco después de que la isla llegó a su climax de evolución, riqueza y población, el sistema se desmoronó súbitamente producto de una colectiva locura constructiva tratando de erigir los moais mas grandes ¿Qué pensó el habitante de Pascua que taló el último árbol? El problema es que el desdichado individuo tal vez nunca llegase a plantearse tal cuestión...El 90% de la población pereció, llegaron a recurrir al canibalismo y lo que encontraron los europeos no fue más que unos indios hambrientos carentes del esplendor de antaño.
A algunos miles de kilómetros de allí, en Tikopia, otra remotísima isla con unos pobladores obligados a afrontar similares retos, estos son capaces de salir airosos del envite y mantener una población estable así como un próspero modelo de desarrollo durante muchos cientos de años, manteniendo este tipo de gestión aún en la actualidad.
¿Cuales son las diferencias esenciales entre los dos modelos de desarrollo? Tikopia es mucho más pequeña que Pascua (la distancia máxima desde el centro de la isla al mar es de 1200 metros), de forma que todos los habitantes son conscientes y co responsables de lo que pasa en SU isla. Si no pueden mantener una familia evitan procrear de forma que la población ha mantenido estable durante generaciones, asimismo, están educados para ser respetuosos con un entorno del que no pueden escapar, donde no hay rincones por explorar y del que conocen cada pliegue. Los jefes hereditarios no son tan poderosos como los de la desdichada Pascua y en todo caso procuran gestionar toda la isla para producir alimentos de forma continua mediante un ingenioso sistema de cultivo por pisos del cual el más alto es el bosque tropical.
Demuestran eficiencia, disciplina y sensatez interactuando con el medio de la forma más adecuada y sostenible.
Desgraciadamente es curioso ver como en un remoto rincón de la vía láctea, un mundo frágil con recursos limitados y separado de cualquier otra civilización conocida, la aldea global llamada planeta Tierra, ahora totalmente interdependiente debido a las redes comerciales y de comunicación existentes, el sistema de gestión elegido para más gloria, poder e influencia de codiciosos jerifaltes es el del derroche, la irresponsabilidad y el exhibicionismo, se cambia simplemente la construcción de moais por la producción bienes de consumo innecesarios o por la edificación de grotescas moles de hormigón que cada vez alejan más al individuo de la naturaleza y de alguno de esos árboles con los que tan conectado me sentí ayer mismo.
No sólo Pascua, otras orgullosas civilizaciones como los mayas o los anasazi, perecieron justo después de alcanzar su punto más álgido evolutiva y tecnológicamente.
Nuestro destino como especie no ha de escribese en oscuros y lejanos despachos, está en nuestras singulares manos, esa es nuestra común responsabilidad.

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