Hay ciertos individuos que me generan gran desconfianza. Los he
analizado y suelen responder a ciertos patrones. Hay dos indicios muy
significativos; el primero es no probar el alcohol, el otro es lucir
pelos raros. Esta es la razón por la que el mamporrero tramposo que ha
perpetrado el último pelotazo inmobiliario en Washington me resulta tan
inquietante, es abstemio y tiene un peinado digno de un expediente X.
Este personaje, si no fuera tan real, bien podría inspirar una opereta bufa o un cuento de los hermanos Green.
El trampero de Manhattan con el sonido de su trompeta desafinada, con
un tran-tran que suena a la Germania más profunda, transporta la fábula
de Hamelin al otrora país de la libertad y encierra a los traviesos
niños de pelo rubio en una oscura cueva, al fondo de la caverna pone un
brillante telón y rodeándoles levanta un gran muro.
Finalmente da el
último trompazo a los mayores de la vieja escuela, exige contrapartidas
por el rescate de los ingenuos infantes, secuestrados en la caverna. Si
no acceden amenaza con transformar a los dorados querubines en
despiadados niños de la guerra...
La trama está preparada y la tramoya prevista, y yo con estos pelos!!!
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