Vistas de página en total

sábado, 18 de marzo de 2017

HAPPINESS

Angustiados ante un mundo que no les llena, son muchas las almas ingenuas y desconsoladas que encuentran refugio en los manuales de autoayuda. Ansían encontrar trucos fáciles que les transformen la vida.
Sin embargo, esos pseudolibros son un curioso invento literario que reparte recetas mágicas y desvela milagrosas claves existenciales para mayor gloria de oportunistas y pedantes gurús.
Lo que esas guías no explican es que la ruta correcta no puede ser la del tramposo atajo para alcanzar una meta o, peor aún, la senda de la de la evasión de nuestro entorno.
Los inconsistentes creadores de pararealidades edulcoradas no comentan que el único truco posible es que no hay ningún truco, se trata de que no te importe que te duela, como bien aparece en aquella escena de la película Lawrence de Arabia cuando a Peter O´Toole se hacía una pequeña quemadura en la mano.


La propia felicidad como concepto es una pura utopía.
Vivir en la cándida y voltariana felicidad es renunciar a crecer, vivir de espaldas a la incomodidad y el dolor, enquistarse en un autocomplaciente hedonismo, ausentarse del mundo e inventar una realidad paralela soñada a nuestro antojo.
Así, al más puro estilo Matrix, nos convertiremos en el príncipe, el héroe, el seductor o el aventurero que nunca nos hemos atrevido a ser.

Will Ferguson, en su divertido libro Happiness nos narra con un regusto de ironía como el hipotético manual de autoayuda perfecto crea problemas aun mayores de los que trataba de resolver. En su nirvana de placer estos nuevos individuos felices acaban por sumir a la civilización entera en una apática siesta donde ya no hay objetivos, metas, ni ambiciones, de forma que el mundo tal y como lo conocemos acaba por desmoronarse produciéndose una tremenda involución.
Para el hombre lúcido es difícil encontrar sosiego, una vez que se ha probado el fruto del árbol de la ciencia le resulta difícil degradarse a estados de conciencia inferiores, de absurda placidez.
El tratar de desarrollar todo nuestro potencial y el de nuestro entorno es la mejor aspiración posible. Madurar y crecer consiste en abandonar los confortables edenes. No es posible detener el tiempo ni alargar las etapas evolutivas.
Tengo la certeza de que el Shangri La de James Hilton existe, de hecho hace casi una eternidad creí tocar ese lugar con los dedos de mi mano pero los horizontes perdidos son muy escurridizos y no conviene permanecer demasiado tiempo en ellos.

Los dragones del Edén, los demonios interiores, esos condenados residuos evolutivos de los que hablaba Carl Sagan, nos impulsan a abandonar de nuestra zona de comodidad más allá de lo que nuestra propia razón demandaría. Esa es nuestra maldición y nuestra grandeza. Claudicar, renunciar a evolucinar y crecer no es la salida, por pesada que pueda resultar la carga. La eterna búsqueda es nuestra maldición y nuestra grandeza. Por perdidos que creamos estar en el laberinto, claudicar, renunciar a evolucinar y crecer no es la salida; por pesada que pueda resultar la carga...

No hay comentarios: